5/12/11

Algunos de los poemas y sus ilustraciones del libro, Calle de las impertinencias.



Tres de los poemas de los autores del libro de poesía Calle de las impertinencias con sus ilustraciones.


DECIR EL AMOR

Aprieta, estruja, arrúgame un suspiro,
suspéndeme sobre el interior
del tubo que te admite, aprieta,
penétrame, trata de adentrarte entero,
yo, sí, yo también te quiero,
y sorbo, insuflo,
tiento a la levitación conjunta,
tenso, asfixio y atravieso cuanta carne
encuentre en punta de tus nervios alfileres,
sí, sé que tú también me quieres.

Poema: Merche Ribas / Ilustración: Franki Coli




XI

Los mítines, taciturnos,
cuajados de amarillo,
orín de perros,
mientras esa tarde se llenaba
la Puerta del Sol,
la Plaça d'Espanya,
la Plaça de l'Ajuntament;
silenciándose
otros barrios
que contemplaban como temblaban sus mesas,
sus cubiertos.

¿Dónde guardaste, madre,
la tirita electoral?
Búscala deprisa
que esta herida vuelve a abrirse,
encuéntrala despacio,
que los bisabuelos se despiertan.

¡Y las águilas!
¡Ahí vienen las águilas
Disfrazadas de gaviotas!
¡Y la ceniza!
¡Y el árbol que después será ceniza!

Poema: Fran Garcerá / Ilustración: Franki Coli




OFICIOS EVENTUALES

El alma, qué gran pedo polifónico.
Marcelo Aguafuerte.

Por aquel entonces yo podía haber sido un gran
pianista. Era capaz de interpretar las 32 sonatas
de Beethoven de memoria o todo el clave temperado
sin descanso o arreglar al puro Liszt para dos solas
voces la séptima de Shostakóvich, desgarbándome
sobre la silla diminuta de Gould si hacía falta o con
los ojos de Richter fijos a dos palmos de mis manos

Nada me imponía menos que un reto banal contra cien
virtuosos chinos, mil Argerich o una firma millonaria
con la Grammophon. En mis dedos los estudios de Ligeti eran
incluso delicados y hasta los más atonales serialistas habrían
puesto a bailar a la guardia del Buckingham o a un autobús entero
de turistas jubilados. Era imparable ante un Steinway. A veces
disparaba los frenos de aquel trasto y obligaba a los percusionistas
( ¡holgazanes! ) a llevarme en giros y cabriolas por la sala durante
dos horas de espectáculo, con la cola del piano abarrotada
de mujeres que vibraban y acababan vomitando durante
el prestissimo. Luego les hacía a todas el amor, con el único
sabor amargo de un veneno casi etílico que suavizábamos
mezclando las salivas y algo más. Era imparable

Pero toda gloria nos reserva un waterloo que avisa
que no siempre el noble oficio es apto para un ser sensible
como yo. Hoy la trata de blancas mantiene contentos 
a mis acreedores y he cambiado las cuartas tritono por
sabinas vírgenes de contrabando. Mis trajes siguen siendo tan
lujosos como antes pero ahora los traseros de las chicas rugen
sobre 600 purasangres ebrios, y aunque se diría que he vendido
el alma al diablo en realidad es el diablo mismo quien
acaba prefiriendo su pedazo de pastel de carne a esa 
flatulencia orquestada y cavernosa a la que llaman espíritu.

Poema: Carlos Loreiro / Ilustración: Franki Coli






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