Caminando y caminando, sin parar de caminar,
era lo que había hecho toda su vida,
caminar de aquí para allá
caminar de aquí para allá
norte, sur, este y oeste,
un camino desconocido,
sin horizontes,
un precioso sinsentido que lo mantenía vivo.
Una ilusión que le hacía remar sin cansancio
sin importarle lo más mínimo
si hacía calor o frío.
Pasaban los años, los días, las horas,
minutos y segundos,
sus días eran paisajes diferentes,
extraños horizontes,
hasta que un inesperado día tropezó
y cayó en una trampa de lobos,
un agujero negro,
no aparentaba tener final,
estuvo cayendo durante varios minutos,
hasta que un gran impacto
dejó sordos sus oídos
y cegó sus ojos,
lo último que pensó...
los zapatos eran nuevos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario